julio 19, 2004
COMICS, HAY CADA VENENO
Steve Niles & Aadi Salman
Hyde
El sueño recurrente de Steve Niles es subir a un árbol. Algunas veces trepa hasta la coronilla y por la mañana escribe cosas como: "Dos semanas de silencio roto por esta llamada / el teléfono neutral en su mejilla." Sin embargo, a veces cae del árbol, siempre por culpa de un tercero; es entonces cuando Niles siente que redime a sus lectores y deja de parecerse a William Blake, resbalando a un creacionismo muy barato. "El mundo no requiere de palabras / Lo articulan la luz, las hojas, los relámpagos." Ya tratándolo, Niles exhibe todas las pillerías de la docencia. Pierde la noción del tiempo, se desparrama en el sofá y justifica su política interventora en la promoción cultural, oficio que lo mantiene en la estantería de Waldenbooks pero acartona su poesía fatalmente. Su más cercano colaborador es Aadi Salman y su mascota es Nathan, un gecko de ojos pícaros.
David Mack
Ruule: Kiss and Tell
Antes de que la guerra de Ankara fuera impopular —por si no lo recuerdas: tú la apoyaste, tú la aplaudiste— las niñas eran muy felices. "El maestro ha llegado", se les oía decir, con esa voz tan católica que equilibra la docilidad con el terror. Niñas como Patrizia son el resultado de horas de exposición a los muros de espejo en el ballet, disciplina invertida, display ritualizado, eco artificioso de las zapatillas que te acompaña de por vida. ¿Puede un reptil experimentar lo macabro? Es una regla cruel. Aquellos que te superan, mueren. David Mack escribió Kiss and Tell con demasiada prisa, atropellando líneas como "Esto eres tú en cinco dimensiones / En siete dimensiones, en tres, ahora en dos." Seguro conduce un auto compacto tipo Fiat Trepiuno o Renault Kangoo, monovolúmenes de vanguardia cuya ignición es de nulo retardo. Apenas 500 milisegundos después de que giras la llave.
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